sábado, 22 de mayo de 2010

Terror proyect




Mayo querido, contigo ha llegado el sol, los títeres y las esperanzas, aunque no en este orden que al sol le ha costado, vaya que sí.

Esta es la época de martirio estudiantil, exámenes, entregas... un sinvivir frenético, una angustia que se camufla entre las prisas, los apuntes y esa extraña exaltación de la líbido. Tus compañeros de trabajo y tus amigos corren el riesgo de convertirse en las víctimas de la ira que suscita en ti este mogollón bajo el que te mueves, a veces ligero, calmado y equilibrado, y otras, como suele ser mi caso, a trompicones, estresado y con el gesto desencajado la mayor parte del tiempo.

Durante estos días no existe el tiempo libre, tus ratos de descanso se van colando a cuentagotas entre las muchas horas de trabajo, ya no sabes si tienes hambre, sueño, o unas ganas locas de que te den caña bruta; un polvo rápido y salvaje entre los restos de trocitos de cartón para maquetas, superglú y miles de láminas de prueba, imposible sobrevivir sin ello; supongo también que por eso yo siempre he sentido una especie de alegría masoca en esta época infinitamente odiada por todos; canturreo y hablo sola por la calle de camino al curro en la ensoñación de recorrer los muros de mi edificio buscando defectos, cosas pendientes, posibles vistas, fotos, láminas, materiales... son tantas cosas que se pierde un poco la cordura durante este tiempo, y hay que calcular bien los esfuerzos porque si palmas antes es muy difícil remontar.
Pasado cierto trance tu mente se bloquea, no sabes ni sumar dos más dos sin usar los dedos, ya está, el agotamiento te ha vencido, hoy toca dormir, y mañana arreglar todas las metidas de pata de hoy, que fijo que son unas cuantas; por eso hay que tener la capacidad de saber parar a tiempo, deshacer el entuerto de cinco horas currando en esta especie de estado de shock es una cagadaaaa.
Cuando ves a tu colega currando en su proyecto con los ojos inyectados en sangre, sentado con desgana sobre su silla giratoria, encorvado y laxo, brazos caídos y también cara caída, con la mano sobre el ratón que se mueve por el plano de un lado a otro como buscándose, es momento de decirle "tio, vete a dormir" y éste, tras un segundo de colapso y como saliendo de un sueño absurdo, te mira con los ojos muy grandes y camina hacia la cama arrastrando los pies, autómata; acabas de salvar varias horas de trabajo de tu compañero de suplicio.

Pero este año no tengo nada de esto, sin clases, sin entregas... y aún siento la presión de que el tiempo se agota. He pasado tantos años de mi vida sufriendo el angustioso trámite de final de curso que se ha incrustado en mí esa sensación de terror inminente. Parece que me falta algo todo el tiempo, y cuando recuerdo que soy libre respiro aliviada. Lo cierto es que voy posponiendo el momento final, el de verdad, y esto no parece acabar nunca; demasiada libertad. ¿Terminaré en noviembre o seré capaz de darle otra vuelta a otro año con las manos vacías?.

La verdad es que este año eché de menos a mis compañeros, esas horas y horas en casa unos de otros perdiendo el tiempo con trabajos absurdos, o compartiendo el momento proyecto en compañía,siempre en casa de alguien, que es mejor que en soledad como me pasa ahora. Echo de menos tener una hora libre entre dos clases y tomarme unos tercios en la cafetería, siempre hablando del proyecto, de los últimos rumores de la clase tal, del ultimatum del profesor cual que es un cabrón, del descubrimiento de una técnica nueva con el autocad para ganar unos milisegundos en cada línea, y de la última liada de un día entre semana que se te va de las manos. Y la sensación de tener toooda la vida por delante, la esperanza, la ilusión, la cierta calma que produce soñar despierto.

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