miércoles, 11 de diciembre de 2013

Ingrato corazón

cuando se acerca el final
cuando podemos ver a cámara lenta
el inminente desastre
cuando corre deprisa el lento y tedioso
agonizar de la vida

comprendemos
buscamos las respuestas
a las preguntas que no hicimos
Olvidada de mí y del mundo, lejos del dolor,
lejos de la realidad
;
En mi propia realidad inventada
dónde sólo existe la risa...



Compositor: Desconocido
Estilo: Guaguancó
Grabación: Patato Valdés, “Patato y Totico”


"Cuando te vuelva yo a ver

Qué cosa
s tendrás
Reservadas para mí

En tu ingrato corazón


Murió la ilusión

De nuestro amor

Murió el sol

Que nos alumbraba

La estrella que nos guiaba

También desapareció

Señora, ¡señora!

Ya todo terminó"


Solista: "Como lo ve, señora, ya todo terminó
Escuchar la rumba buena
Escuchar mi guaguancó"

Coro: "Como lo ve, señora, ya todo terminó"

sábado, 16 de marzo de 2013

Pensar en cine

¡Con cuánta frecuencia un pequeño relato puede ser fruto de una visión cinematográfica!. Primero son las imágenes y luego las palabras. ¿Cómo escriben los ciegos, ésos que nunca han visto imágenes, ni colores, ni luz?

Las imágenes están ahí incluso en apenas unos renglones, al describir un pequeño instante; esos segundos de reposo viendo el atardecer en una playa lluviosa, o un momento fugaz del estrés del día a día de un oficinista que coge el metro para ir a trabajar, son la visión del momento montado en una secuencia más o menos ordenada, como si se proyectara una película dentro de tu propia cabeza, a cámara rápida, lenta o retrocediendo, plano corto, plano largo, picado, traveling...está todo. A veces incluso imagino el sonido que hacía mi reproductor de VHS al darle a Rew, que era algo así como si pones en marcha una batidora de vaso llena de papel plastificado; realmente parecía que se estaba merendando tu película, que es lo que también hace tu cabeza cuando no te sientas y escribes rápidamente esa visión, ese instante.

Pero no sólo un relato puede ser imaginado como un corto de cine, también un diseño, un edificio, un cuadro... Allí estás tú dibujandolo, te lo imaginas tal cual, y poco  a poco la cámara se va metiendo en el dibujo, ya no apareces tú desde el techo, como si te vieras en un viaje astral, ahora son sólo líneas dibujándose, bloques levantándose en una visión básica de animación en 3D, y poco a poco se va transformando en ése edificio o ése detalle, ése rincón, ésa plaza, como una visión real que, como con los relatos, con el tiempo desaparece; al principio rápidamente, y después con lentitud, dejando pequeños resquicios de lo que un día fue una idea, ya irrecuperable.

viernes, 15 de marzo de 2013

María con su risa



Entró por la puerta de servicio, sigilosa como una ardilla, y asomó su carita negra por la puerta de la galería que da a la cocina. Dio un respingo para atrás, con un cierto movimiento rítmico, como se suele mover la gente que vive bailando, y puso cara de sorpresa extraña al verme allí sentada. "Oi", me dijo sonriendo, y me contagió la risa. Los siguientes intentos de comunicación fueron absurdos, ni siquiera nos presentamos, así que huyendo de la situación pasó de largo, atravesando la cocina, en busca de la jefa y la normalidad.

Esta es María, limpia la casa. Ella es una amiga, se quedará unas semanas.
Y mirándome con su cara de niña traviesa y sus minúsculos ojos bajo unas enormes gafas de concha, amarillentas, se echó a reír con todos sus dientes, señalándome como una loca; creo que miraba mi piel, excesivamente blanca. Me dio un achuchón eterno, muy fuerte para su pequeño tamaño, y siguió con sus cosas sin dejar de mirarme, divertida.

María no sabe leer, es pobre y ha tenido una vida difícil, pero diría que es feliz; tiene unos setenta años muy bien llevados, pequeñita de largas extremidades,  piel curtida y arrugada, se mueve por la casa limpiando con gracia y ductilidad, como una araña trabajadora. En el salón me entrego a mi estudio dejando pasar la mañana sin apenas percibir los pequeños ruiditos de María por la casa.

El aroma del arroz cociéndose me abre el apetito y decido investigar lo que sucede en la cocina. Allí está ella, esperándome; "jajá", me dice su mirada, y rápidamente abre el frigo para enseñarme la fruta que ha comprado, limpiado y cortado, mirándome de reojillo para ver qué cara pongo. "Quer um caqui?", me dice con absoluta felicidad, "vale...". Me lo ofrece en un plato y me hace sentarme. Así empieza una larga lista de frutas que me va sacando alegre, "E bom?", "muito bom,uhmmm". Se ríe, me señala como diciendo le gusta "a melancia" o "a manga" y me abraza.

Que llegue el miércoles para me contagie con su risa, para que le de a la fruta su toque mágico de madre y abuela, y para que me hable y esta vez entenderla.