martes, 8 de junio de 2010

Que se haga la lluvia

Quiero que llueva.
Quiero salir a la calle y mirar al cielo con los brazos estirados, sentir el agua correr por mis mejillas, dejar que mi vestido se empape hasta que la fina tela se me pegue al cuerpo y me congele.

Quiero experimentar el contraste entre el calor asfixiante y pegajoso de una tarde de verano con la refrescante sensación que produce la lluvia al mojar mi cuerpo. Que inmensa felicidad me produce esta combinación de frío por fuera y calor por dentro.

¿Recuerdas aquel verano, cuando aún éramos unos niños? Yo conducía hacia algún lugar del que ahora no tengo recuerdo. La primera vez que nos vimos de verdad; fue la lluvia y esa manía mía de dejarme llevar por sus palabras llenas de gotas de armonía, de dejar que mi locura sea libre; siempre me ha gustado la lluvia, y éso es lo que quiero después de este invierno largo y frío, que llueva.

Correr, saltar y reír como una loca mientras me baño de lluvia, mientras escuchamos esa canción que suena a todo volumen desde el coche, parado en mitad de un camino perdido. La puerta está abierta porque he tenido el impulso repentino de saltar del coche en busca de un éxtasis de sensaciones, ajena al mundo que me rodea pero sintiendo la intensidad del momento como si me gritara en un idioma que ya nadie escucha. Con los ojos cerrados giro sobre mi misma y dejo que el agua purifique mi rostro, que lo limpie de los restos de maquillaje; ni siquiera me doy cuenta de que tu aún permaneces sentado dentro del vehículo y me miras sonriente y sorprendido.

Apagas el motor, abres la puerta y sales muy despacio, no pierdes detalle de tan maravilloso espectáculo, respiras hondo, puedes sentirlo, es la vida, es la libertad, es muy refrescante; me miras con un inmesno amor, tu pecho henchido de gozo, amor de estar vivo, de estar ahí en ese momento, de verme girar y reír. Cada uno a su manera disfrutando del momento y empapados.