jueves, 3 de diciembre de 2009

¿Cómo que abuelitas?



Éstas mañanas frías anuncian la inminente llegada del invierno, anuncian la llegada de ese frío polar que en enero es tan insoportable que duele salir de casa. Comienza el ciclo de hibernación anual, tu cuerpo se prepara para el estado de inactividad física, y se desarrolla la actividad mental, más despierta que nunca.

Tu casa, tu hogar mejor dicho, se convierte en un lugar extremadamente acogedor, y piensas en él como si fueses a llegar a una casona vieja de grandes muros de piedra, y una gran chimenea encendida en el salón, con la luz tambaleante del fuego que te produce una sensación de dulce y cálida somnolencia, y un olor a estofado que sale de la inmensa cocina llena de utensilios antiguos y panes de hogaza. Varias abuelitas te esperan, una para ponerte la manta calentita que han dejado cerca de la lumbre y acomodarte en el sofá, robusto y rotundo mueble como todos los de la sala, mientras otras improvisan una mesa a tu lado y allí te traen ese suculento bocado cuyo olor ricamente percibiste al traspasar la puerta de entrada. Una escena de lo más acogedora y hogareña.

Pero realmente en vez de eso llegas a tu pisito solitario y vacío, a las afueras de la ciudad, todavía no han puesto la calefacción y para colmo te dejaste una ventana abierta, los muebles son de pocos miramientos y tienen los tornillos flojos, las cortinas caen con desgana y no cubren del todo la ventana. Cierras la ventana, te acomodas cigarrillo en boca con ganas de comer y sin ganas de cocinar, respiras hondo y absorbes esa bocanada de humo que te hace sentir un cierto mareo. Que grato silencio... ¿y qué haría yo con una chimenea? anda que vaya ideas, ¿y las abuelitas? (que imaginación desbordante la mía...) con lo bien que estoy aquí yo sola, con mis muebles baratos y mis plantas supervivientes... jajajá, me río por dentro, miró por la ventana el frío que se siente pero que también se ve. Los campos yertos, el cielo gris y agitado. Que bien llegar a casa.

En todo mi ensimismamiento no me he dado cuenta de que cuatro animales me miran con los ojos muy abiertos, indecisos, no saben si deben interrumpir mi ensoñación absurda. ¡A comer todos! Estoy en casa.

2 comentarios:

samsa dijo...

y quién necesita chimeneas y abuelitas y viejas pero ostentosas casonas de piedra y espojosas hogazas de pan recien hecho y...; de poseer todo eso probablemente elegiríamos lo contrario, lo real...; siempre lo he pensado, lo repito: el invierno es un estado de ánimo más que otra cosa

Aine dijo...

Las sensaciones, el tiempo que uno pasa en casa sin ganas de salir ni para hacer la compra, que también es tiempo de meditación y análisis.
Cómo disfruta uno del refugio. Y cómo se agradece tener uno.