domingo, 7 de noviembre de 2010

Lujuria

Te miro, pícara, con ojos de deseo, con mi media sonrisa maliciosa y mordiéndome el labio, mientras sujeto tu cabeza que lucha por girarse para no verme, para no mirar el miedo de perderte en mí, en el brillo de mis ojos. Mírame, mírame, mírame por favor..., te suplico en un susurro agotador, como si fuese el último aliento que sale de mi boca. Nos reímos locamente, felices, como borrachos el uno del otro ; qué miedo, pero qué bien.
La calle está mojada de lluvia y el cielo envuelto en nubes, gris y luminoso; tan sólo un pequeño hueco por donde el sol se abre camino y llega hasta el fondo de mi casa, hasta tu cara; me descubro mirando las escamas de tus ojos. Otra vez la risa.

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